Después de 43 días de guerra. “Vienen tiempos de cambios. Nos adentramos en un nuevo orden mundial, y lo tenemos que liderar”, decía, Joe Biden en uno de sus recientes discursos. Biden afirmaba que el equilibrio de poderes consolidado después de la caída de la Unión Soviética, se está hundiendo a raíz de la agresión rusa a Ucrania. Dicha invasión está acelerando a marchas forzadas las conexiones transatlánticas y consolidando la unidad estratégica europea, especialmente en el ámbito de la seguridad. Ante la amenaza de guerra de Vladimir Putin, Bruselas y Berlín han hecho un cambio de rumbo sin precedentes en su política de defensa, a la vez que se están reforzando el peso de las sanciones económicas y políticas.Al mismo tiempo, las instituciones europeas están abriendo los ojos en materia energética, el “despertar de Europa”. Sabemos desde hace muchos años, que la energía juega un papel muy desproporcionado en la relación de la UE y Rusia; y que ésta la utiliza como arma política. Está más que claro que la UE necesita reducir la excesiva dependencia de Rusia en importaciones energéticas (la UE importa el 40% del gas que consume, el 27% del petróleo y el 46% del carbón). Este triste momento, debe servir para acelerar el despliegue de energías renovables así como de tecnologías nucleares de nueva generación.
